Furia española, 1974, del director Paco Betriu. Interpretada por Cassen y Mónica Randall. Retrato esperpéntico de la Barcelona de los años setenta, declarada influencia de actores de la talla de Santiago Segura y Pedro Almodóvar, merece un puesto en el ránking de las mejores películas del cine español.
Sebastián, el personaje a quien daba vida
Cassen, es un inmigrante español que trabaja en el puerto de Barcelona como cobrador
de las “golondrinas”, embarcación turística típica de esta ciudad y sus únicas
aficiones son irse el sábado de putas y el domingo al fútbol. Sebastián se hace
amigo de un viejo timonel, don Amadeo (Carlos Ibarzábal), y lo acompaña a casa
el día en que se jubila. Allí, en el barrio de Santa María del Mar, don Amadeo le
presenta a sus amigos del bar, con los que congenia gracias al Barça, y a su hija, Juliana (Mónica
Randall), con la que mantendrá una historia de amor, o de no-amor, como dice el
propio Betriu.
Betriu recuerda a Cassen con nostalgia y buen humor, combinación
siempre gratificante para una hija que quiere saber todo sobre su padre. “Desde
el principio, Cassen me trató muy bien. Yo tenía entonces 19 años y él ya era
famoso, pero me trataba como a un igual, a diferencia de la mayoría de los que
yo entrevistaba cuando era periodista”. Su primer contacto con el cómico fue en
1960, cuando Cassen trabajaba en la revista de variedades “Ayer y hoy”, de
Manuel Paso, Juan Valls y el propio Cassen, en el teatro Calderón, y Betriu se dedicaba a la crítica cinematográfica. Se
trataba de una entrevista planeada por Cassen con el objeto de dar coherencia
al personaje que había inventado: el cómico de los mil chistes por minuto.
Cassen veía al protagonista de “Furia española”
como “un tipo medio de nuestra sociedad que se ve envuelto en un mundo
demencial, casi surrealista”.El
director quería una imagen de Cassen totalmente distinta de la que hasta
entonces había mostrado, así que le puso un bigotazo. Para el papel femenino
había pensado en Mónica Randall o Analía Gadé. El productor, Luis Puigvert,
cometió la imprudencia de enviar un guión a cada una, sin saber que compartían
apartamento en vacaciones. Tras un breve malentendido sin graves consecuencias,
se decidió por Mónica Randall, a la que quiso también dar otra imagen y
aparecía sin maquillar, con un postizo en las axilas y con un aparato
ortopédico en la pierna. Completó así el reparto para la que iba a ser su
primera película catalana.
La
mayoría de los actores de “Furia española”, dirigida por Francisco Betriu,
trabajaban en el cine por primera vez y para muchos sería la única. Era el caso
de José Tortosa, “animador del Barça, dedicado a levantar la moral del público
en el campo, así como la mascota de esos “Viaje con el Barça” que llevan a los
“fans” por todos los rincones, en pos de su equipo””. En cambio, Ovidi Montllor,
que bordó el papel del tartamudo Finito, llegó a actuar en más de treinta películas,
demostrando sus grandes dotes interpretativas en “Furtivos”, de José Luis Borau, un año después de su
debut. Betriu
recuerda la escena de la retransmisión y se ríe todavía. Todos debían reírse de
Finito y reían de verdad, reían hasta los técnicos. En ese momento se cayó la
bandera azulgrana y rieron más. José Tortosa (el superculé) se ofendió porque
creyó que se reían de la bandera y lo que ella simbolizaba. Tanto se enfadó que
no quería seguir en la película.
“Furia Española no pasa la
censura” (Las provincias, Valencia, 9/4/1975). Si ni siquiera pasaron los tres
o cuatro dibujos que diseñó Perich para el cartel, cómo iban a permitir la película en sí. Quedó retenida durante
seis meses por no ajustarse al guión presentado. Se hizo una relación de
diferencias entre éste y la película. Algunos ejemplos que destaco:
Paralítico-mirón (no estaba); Anuncio fálico del desodorante Puma Salvaje;
Secuencia de Sebas alzando el brazo y sangrando (no estaba); Homosexual
semidesnudo en el pasillo abucheado por las mujeres (no estaba); Vieja haciendo strep-tease en la galería (no
estaba); Las reacciones de las drogadas eran distintas... (Antonio Llorens y
Alessandra Amitrano, “Francesc Betriu. Profundas raíces”, Ediciones Filmoteca,
1999).
La película
de Betriu fue reclamada por el festival de Cannes y el festival de humor de
Chamrrouse, en
1975, pero el ministerio negó la existencia de la cinta, por no
reconocer que estaba prohibida.
Treinta y tantos críticos firmaron
un comunicado para la liberación de la película. Uno de ellos, César Santos Fonatanella, abogaba “por un cine
salvaje” con precedentes como Valle-Inclán, Goya y otros “films malditos” como
los de Alfonso Ungría y Manolo Gutiérrez y los catalanes Nunes y Forn, y se
quejaba de lo arcaico que resultaba ya el cine que se hacía en España. “Ya está
bien, en efecto, de sainetes madrileños que se han quedado en la época de don
Ramón de la Cruz, sin más que disfrazar a los personajes de modernos y que
sustituir a las castañeras picadas por secretarias picajosas. Ya está bien, en
suma, de sainetes.” (César Santos Fontanella,
Informaciones, 20/3/1975).
Finalmente,
“Furia española” fue liberada, aunque con más de veinte
cortes, y se estrenó en Valencia, casi un año después de realizada.Y el
estreno fue sonado. Con aviso de bomba y todo. No dejaron entrar en la sala
“Olympia” a los espectadores, que permanecieron un par de horas en la calle,
esperando que viniese la policía y descubriese que era una falsa alarma. No podían
perderse aquel film prohibido que había creado tanta expectación.
De
los veintiún cortes que recibió “Furia española”, tres afectaron a un personaje
secundario, que fue eliminado por completo de la película. Se trataba de la
chica de los anuncios publicitarios fálicos de “Puma salvaje”, “el desodorante
de los mil usos”, que interpretaba la actriz de fotonovela Esther Riera.
Un amigo de ésta, que aportó medio millón de pesetas para realizar el
film a condición de que ella apareciera en la película, reclamó la cantidad,
amenazando con denunciar al productor. Puigvert, que seguía con los bolsillos
vacíos, se vio obligado a subastar la película, con la poca vista de no
advertir al director y los actores, que no cobraron por su trabajo y habrían
comprado la cinta gustosos.
Hace
unos años, Betriu y Puigvert se volvieron a encontrar en un tren de cercanías.
Puigvert estaba tan avergonzado que quiso saltar del tren. El director se lo
impidió. Se hallaba delante de un buen hombre, en el fondo, o así es cómo lo
veían él y Cassen cuando decidieron no denunciarlo, por falta de pago, ya en
1975.
Furia española la compró un tipo que se forró, la comercializó y la
revendió, llegándonos por fin la película íntegra (o no). En el caso de que se
perdiera algún corte por ahí y alguien supiera su localización, por favor, que
me lo diga, porque “Caiga quien caiga y duela a quien duela, vamos a denunciar
a los culpables. Ya es hora de que ejerzamos, con sabia prudencia, pero con
mano firme, nuestra labor crítica, y de que señalemos con nombres y apellidos a
los culpables. No podemos permanecer callados ante esta situación caótica. No,
no, no, no y mil veces no. No podemos permitir que sigan cometiendo tantas
injusticias, tantos atropellos, tantas atrocidades. Señores, descubramos y
pongamos al descubierto todos los males de nuestro fútbol nacional. Caiga quien
caiga y duela a quien duela, vamos a denunciar a los culpables. Ya es hora de
que ejerzamos con sabia prudencia, pero con mano firme, nuestra labor
crítica...”
(“Furia española”, Sec. 0 Títulos de crédito. Habla un comentarista
televisivo, interpretado por José María Cañete).